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No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita.

El zorro pareció perplejo y muy intrigado: “¿En otro planeta?” “Si”.
“¿Hay cazadores en ese planeta?” “No”.
“Ah, eso es muy interesante. ¿Hay gallinas?” “No.”
“Nada es perfecto”, suspiró el zorro. El Principito. (Antoine De Saint-Exupéry)

Hay quien dice que esta frase no es más que una cursilería o una gran mentira de los ricos y poderosos para engañar al pueblo, algo así como la religión “organizada” (el opio del pueblo), para que se conformen con las migajas que les proporciona la élite y no les envidien demasiado o no desafíen el status quo.

Groucho Marx, en esta línea, dirá irónicamente: “Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…”; también, es suyo que “hay cosas muchísimo más importantes que el dinero pero… ¡cuestan tanto!” En la tradición árabe se dice que al perro con dinero se le llama “Señor perro” y en la española, el genial Quevedo escribirá “poderoso caballero es Don Dinero”.

Son nuestras decisiones las que definen lo que somos mucho más que nuestras habilidades, J. K. Rowlin

Sin embargo, Arthur Schopenhauer afirmará que “la riqueza es como el agua salada, cuanto más se bebe más sed da”. Efectivamente, el corazón avaricioso jamás se conformará, nunca será feliz porque nunca estará satisfecho, siempre querrá más y más. Todo le sabe a poco.

Además, las cosas más importantes no se pueden comprar. Puedes permitirte el cuidado y la atención de los mejores especialistas en los hospitales más punteros pero no puedes comprar la salud; puedes pagar por sexo y acostarte con las mujeres más voluptuosas del mundo pero no puedes comprar el amor; puedes alquilar o comprar la mansión más lujosa del mundo y dormir en la mejor cama pero no el sueño; puedes comprar diversión (viajes, teatros, espectáculos, etc.) pero no la risa ni la felicidad; pagar por compañía pero no comprar una sincera amistad.

El dinero no puede comprar la felicidad pero sí puede comprar las distracciones temporales, LeCrae

La felicidad no puede comprarse con dinero. Está en nuestro interior y consiste, básicamente, en apreciar lo que se tiene y aceptarnos tal como somos, disfrutar de cada momento, de las pequeñas cosas; está en aquellos que hacen el bien, aman su trabajo y lo que hacen, tienen relaciones personales positivas y significativas y se sienten aceptados, apreciados y amados.

La sociedad y la publicidad nos vende que la felicidad está en tener muchas cosas, por ejemplo, un gran coche deportivo o una casa bien grande y bonita con piscina, garaje y vistas al mar. Sin embargo, al comprar la casa estaremos hipotecados a treinta o cuarenta años y, además, nos requerirá mucho tiempo, esfuerzo y dinero (mantenimiento, seguridad, seguros, gastos de comunidad, impuestos a la propiedad, facturas de electricidad, gas y agua, etc.). En consecuencia, tendremos que trabajar duro y echar muchas horas, quizás aguantando un curro que no soportamos y que nos provoca mucha ansiedad y estrés. Además, no es lo mismo limpiar y mantener un pisito de setenta metros cuadrados que una casa con dos plantas, garaje, trastero, piscina y jardín.

La nueva esclavitud es el consumismo delirante que nos hace comprar cosas que no necesitamos, con dinero que no tenemos para impresionar a gente a la que no le importamos

También, sucede en las obras y las reformitas, los famosos “po-ya-ques” o “ya-que-estamos”. La nevera se estropea y nos cuesta un riñón arreglarla. Por un poco más, nos compramos una nueva. Vamos al supermercado y vemos una flamante nevera, de las que alcanza el grado óptimo de temperatura y humedad, con su panel de multi-ventilación, función súper congelación, con dispensador de agua fría y cubitos, etc., etc. ¡Pedazo nevera!

Eso sí, tiene un pequeñísimo inconveniente, viene con tamaño especial. Tampoco es para tanto, hacemos una reformita en la cocina, cambiamos unos muebles y electrodomésticos de aquí para allá y, ¡oiga!, como nueva. Empezamos a encajarla y nos damos cuenta que hay que hacerle espacio y algunos muebles y/o electrodomésticos tendrán que salir. Al mover la encimera, observamos que está vieja y estropeada. Pues ya que nos ponemos, mejor cambiamos la cocina entera, total la pusimos hace ya doce años cuando nos casamos.

“Quizás Manolo podíamos instalar nuevas baldosas, hay un par de ellas rotas y alguna que baila; además, será difícil que al remplazarlas no dañemos a las demas y ya que estamos de obras…” “Señora, le aconsejo que cambie las tuberías del suelo, que son de hierro, por otras de PVC que son mucho mejores. El resto de los vecinos ya las han cambiado y, muy pronto, se le van a picar; luego es peor pues tendrá que romper y poner la solería nueva”. Aprovechemos también para poner el aire acondicionado antes de pintar, que luego hace mucho calor en verano y no se puede dormir.

Así que, poco a poco, como piezas de dominó, toda la cocina o media casa está de obras y lo que costaba la reparación de la nevera, unos trescientos euros se han convertido, como por arte de magia, en varios miles de euros y una casa “mangas arriba”, con su estrés asociado, durante meses.

Un proyecto de renovación se encarece rápidamente

Otro ejemplo son las bodas. Muchas parejas están tan preocupadas por tantas cosas y preparativos (comprar, arreglar y decorar la casa hasta el último detalle, viaje, listas de boda, banquete, invitaciones, vestido de novia, decoración floral, protocolo, anillos y arras, fotógrafo…) que no terminan de disfrutar de un día tan bonito y significativo en sus vidas. Se ve también en los viajes organizados donde algunos en vez de pasar unos días de ocio, descanso y de calidad con sus seres queridos, parecen obsesionados en grabar la vida en lugar de vivirla y permanecer conectados en todo momento.

A veces, necesitamos desconectarnos de la tecnología para volver a conectarnos con nosotros mismos, nuestros amigos y familiares.

Las grandes religiones han expresado esta misma idea, eso sí, de maneras diferentes.

  1. El núcleo del budismo está en las cuatro nobles verdades que Buda explicó a sus cinco ex-compañeros después de haber alcanzado la iluminación. “Esta, oh monjes, es la Noble Verdad del Origen del Sufrimiento. Es el deseo que produce nuevos renacimientos, que acompañado con placer y pasión encuentra siempre nuevo deleite, ahora aquí, ahora allí. Es decir, el deseo por los placeres sensuales, el deseo por la existencia y el deseo por la no existencia”. El sufrimiento es causado por el ansia, el anhelo y el deseo continuó por más y más. Se trata de los deseos sensuales (no solo sexuales sino todos los que recibimos por los sentidos), la sed y el ansia de vivir, por ambicionar más, por conseguir y codiciar aquello que no tenemos, por mejorar, por ser diferentes,…

    El sufrimiento es causado por el ansia, el anhelo y el deseo continuó por más y más.

  2. La noble verdad de la terminación del sufrimiento. “Ésta, oh monjes, es la Noble Verdad de la Extinción del Sufrimiento. Es la total extinción, cese y liberación del deseo, su abandono y renuncia de manera absoluta.” La tercera verdad enseña que el sufrimiento puede ser comprendido y trascendido. Al destruir completamente el deseo, abandonamos también la insatisfacción y el sufrimiento.

  3. Finalmente, la Biblia en Hechos 20, 35 asegura que “Mayor felicidad hay en dar que en recibir.”

    Yo soy el camino, la verdad y la vida

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